Después de todo lo vivido a lo largo de nuestra vida republicana, estamos en un Perú dividido “mitad a mitad”. El Bicentenario es una buenísima oportunidad para hermanarnos y mostrar al mundo la grandeza de nuestro país.
Por Juana Huaco. 01 julio, 2021. Publicado en El Tiempo (Edición dominical)A pocos días de la celebración de nuestro Bicentenario, el país entero aún espera los resultados oficiales de las elecciones; y todos los actores económicos están casi “paralizados”, mientras que la emergencia sanitaria aún continúa. Quizá, hace dos o tres años, veíamos al Bicentenario como una buenísima oportunidad para todos, para hermanarnos más, para mostrar al mundo entero las grandes riquezas que tenemos, la grandeza de nuestro país y de nuestra gente; aún podemos hacerlo.
Lo que hay que resolver
Gane quien gane el proceso electoral, los problemas del Perú están ahí, “esperando” ser atendidos con urgencia. Los podemos resumir así: para el corto plazo: 1) Continuar y reforzar la política de vacunación contra la pandemia y, a la par, con toda la política de salud que mejore el sector: desde acciones de prevención sanitaria como el reforzamiento de hospitales y postas médicas. Es decir, hay que tomar acciones urgentes en este sector.
2) La reactivación económica con políticas claras de fomento a la inversión privada, que garantiza la creación de empleos formales, ayuda a las Mypes, porque Perú es un país emprendedor, con creatividad y fomento de las exportaciones a través de todos los convenios internacionales que tenemos, la reinserción a nivel internacional es un pilar para retomar nuestro crecimiento económico de los últimos años. Por tanto, son problemas urgentes que requieren la atención de los políticos; y que, en estas dos últimas semanas postelectorales, no han sido atendidos como se debe.
Retomemos el rumbo
Los problemas urgentes solo se resolverán cuando nuestro Perú vuelva tomar el rumbo de la reactivación con unidad, sin divisionismos “estériles” mirando con optimismo el futuro y buscando el desarrollo tan anhelado para todos. Pero nos surge la pregunta: ¿cómo hacerlo? ¿por dónde empezar, si nuestras fuerzas políticas están tan divididas, tan “dañadas” unas y otras, que parecería que estamos “solos” en un vaivén diario para salir adelante? Empecemos por entender que salir de esta situación requiere de la ayuda y colaboración de todas las personas y de todos los sectores económicos y sociales.
Hay mucho “valor” humano en nuestro país, hemos superado otras crisis y podremos hacerlo de nuevo, siempre y cuando nuestras autoridades -de todos los niveles- actúen con ejemplaridad, conscientes de la función para lo cual fueron elegidas. Los problemas que afrontan nuestras comunidades es producto de la corrupción e indolencia que están en todos los niveles de la estructura del Estado.
La corrupción no se combate solo descubriendo y castigando acciones corruptas, sino corrigiendo, desarrollando el profesionalismo en el actuar del servicio público; para ello, debemos tener gente proba, con valores y con una mirada de servicio a la comunidad, y no un “servicio” a sus intereses particulares y personales. Y, esto también, está muy relacionado con la educación desde casa, hasta los grandes centros educativos que tenemos.
Y, así como dijimos que el sector salud requiere de atención, también el sector educación requiere de un gran cambio que se logrará mejorando la preparación de los profesores, que sean maestros en todo el sentido de la palabra. Busquemos la excelencia en nuestros niños y la juventud, comenzando desde el fomento de valores, de saber vivir en comunidad, de ayuda unos con otros, generando optimismo y confianza; y no como el individualismo que se vive actualmente.
Nuestros valores ancestrales son reconocidos mundialmente, busquemos el trabajo colectivo, de comunidad, de servicio al otro; nuestros jóvenes nos lo demuestran; sin embargo, se necesita orientación para ver el desarrollo de nuestras comunidades. Salud y educación son dos sectores críticos que requieren de una atención urgente.
Nuestro país es tan diverso, tan rico en recursos -de todo tipo- a lo largo y ancho de nuestro territorio nacional, una población deseosa de desarrollar, de mejorar la calidad de vida. El futuro es promisorio, pero requiere de la presencia de dos factores:
1) Políticas económicas claras. El rumbo económico debe ser claro y transparente, que garantice la inversión privada, que dé tranquilidad para realiza las actividades productivas que garanticen un desarrollo humano en nuestras comunidades; como se hace en el resto del mundo. Como nos hemos “olvidado” de los grandes objetivos para que nuestro país sea considerado miembro de la OECD, donde están los países que cumplen con políticas y metas que busquen el desarrollo humano, también nos olvidamos de ese rumbo y ahora actuamos mirando solo el “corto plazo” con intereses particulares y partidaristas.
2) Contar con un Estado que garantice dicho desarrollo. Eso significa que los funcionarios y especialistas que trabajan en el sector público sean profesionales y personas con valores, que actúen con responsabilidad, justicia, equidad y con el cumplimiento de indicadores o estándares de desempeño, buscando ese desarrollo tan anhelado en cada zona de nuestro país.
La labor del Estado
Con toda su estructura, a veces totalmente burocratizada, el Estado hace mucho daño, y eso no se percibe en el corto plazo, sino en el mediano y largo plazo. Lo estamos viviendo, desde los últimos 20 años, el primer problema de nuestro país, ya no es la pobreza, sino la corrupción, y la debemos enfrentar como comunidad; que tengamos “voz” para reclamar la buena carretera, el buen hospital, las grandes obras de regadío, la electrificación, el Internet, agua potable …
Y, cuántos proyectos tenemos por delante, pero no se concluyen ni evidencian los beneficios para las comunidades, porque “se quedan en el camino”. Dejemos de quejarnos, de reclamar, seamos muy observadores y exigentes con nuestros funcionarios que los tenemos muy cerca en nuestras comunidades; preocupémonos por el buen uso de los bienes y presupuestos estatales que son de todos.
Vemos esa despreocupación con todo lo relacionado con las obras de la “reconstrucción”. Desde el 2017 que tuvimos el fenómeno El Niño Costero, no se ha avanzado casi nada; seguimos sin defensas ribereñas, los damnificados siguen en la misma situación, no contamos con buenas carreteras al interior de nuestra región; y hacen falta tantos programas necesarios para nuestras comunidades. El Estado no “actúa” ni da resultado porque carece de profesionales en la gestión; y eso es un punto esencial a corregir. Exijamos dicho profesionalismo desde la autoridad que lo contrata hasta el profesional o especialista que “entra” a servir al Estado.
Cambiemos de actitud, para que el trabajo en comunidad y el rumbo económico, que nos garantiza un crecimiento, puedan evidenciarse en el desarrollo de nuestros pueblos. Este es el gran reto que se nos presenta a todos los peruanos, a pocos días del Bicentenario de nuestra Independencia.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.